sábado, 27 de noviembre de 2010

Mientras me subía al techo por una escalera
de madera hecha jirones,
mi nuca contemplaba unas estrellas
que se veían borrosas y parpadeantes
como las luces de navidad.
Y la luna estaba rodeada de humedad
y de luces de las calles que le sacaban
el aire a la noche, chupando el silencio
en ladridos de perros sordos
y en bocinas intermitentes de autos viejos,
de falcon grices
y
de chevis negros.

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