viernes, 14 de septiembre de 2018

PT

Nunca te dije que me encanta escucharte reír.

Nunca te dije que odio que te dediques a las ventas.

Nunca te dije que amo verte a la mañana con la cara despintada y el cuerpo suelto.

Nunca te dije que detesto tus ansias de ser sabia en lo llano de lo material.

Tampoco sé si te dije que me alegra verte pintando, o que me enfurece ver tu desorden.

Pero no puedo decirte nada porque el desorden de tu placard se fue al piso, luego al living y ahora está llenando nuestras vidas.

Si Pixies fuera Arge tino

Habrían escrito sus grandes temas mientras te veían a vos, arreglandote en frente de ese espejo que tiró tu gato.

Hubieran compuesto su famoso riff de Hey You mientras te veían aprender a cebar mate, temerosa de que la bombilla te gritara si lo hacías bien o mal.

Hubieran disuelto su banda cuando te encontraron llorando un domingo a la mañana, y hubieran vuelto a reunirse al escuchar tu risa esa misma tarde.

La música viene de esas sensaciones de antaño, de habernos conocido toda un vida sin saberlo, o de conocernos en otra vida pasada y ver como lo que uno entiende, no es lo que en realidad pasa.

Vocales Invisibles

Entrando en esa pequeña cueva que se formaba entre el alero y las columnas de la estación se refugiaban aquellas ratas voladoras.

Supiendose ser símbolo de paz sus aleteos arios, hoy sólo son una plaga que sólo es comparable con la del ser humano. Ensuciando sus medios y llamando a distraídos mientras se mueven por la calle.

Es un martes de lluvia, intensamente seca para la época del año que estamos transitando. Son solo diecisiete pasos hasta el abismo que separa los absolutismos de volar con los de caer planos sobre nuestras propias barrigas.

Son veinticuatro cuadernos acumulando polvo en una estantería vieja. Los otros noventa y dos sirven como suplemento de la mesa, las sillas, como pisapapeles o posa vasos en ese gran living mohoso que llaman rutina.

Buenos días para usted. Reza el primer texto, lleno de huellas de paloma.