Nunca te dije que me encanta escucharte reír.
Nunca te dije que odio que te dediques a las ventas.
Nunca te dije que amo verte a la mañana con la cara despintada y el cuerpo suelto.
Nunca te dije que detesto tus ansias de ser sabia en lo llano de lo material.
Tampoco sé si te dije que me alegra verte pintando, o que me enfurece ver tu desorden.
Pero no puedo decirte nada porque el desorden de tu placard se fue al piso, luego al living y ahora está llenando nuestras vidas.
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