sábado, 16 de octubre de 2010

Curso de Francés, Volumen 4

¿A donde te habías ido?, pregunta. "Fui a buscar unos libros y una pelicula", ¿Y los cigarrillos?; "Pero che, ¿cada vez que salgo vamos a tener un interrogatorio?, no tengo más, liquidé el último apenas salí. Que molestia eh."

Silencio rencoroso, pasos mojados en el piso de pedra, mano a la cintura, y un paquete de cigarrillos cerrado volando a la mesa, al lado del café. Sos un pelotudo bárbaro, le dice. El ríe, y se sirve un café, mientras se sienta cerca de la ventana y piensa en cosas. Gente, autos, un loco de áquellos tirado en el cordon de la vereda, una gota de barro cayendo por el cordón de su zapato derecho. Un perro, hilo conector, ah, Un chien Andalou, esa es una pelicula de locos.

El tiempo, más loco que los cuadros, sigue su triste y pesado avance sobre las vías de nuestra vida. Pensar que hace dos horas y media, jugábamos a ser dos amantes normales, y he aquí, entre cuerdas de violines rotos y manchas de sangre en el techo, su mirada perdida en la calle y su mirada perdida en la Moción browniana que sometía el café quemado y sus vapores.

El reloj ese (que ella había conseguido en un mercado de pulgas, ¿qué será un mercado de pulgas hoy en día, por qué el nombre? hacía ya un tiempo) con forma de luna se tildaba y daba las 8.00 hs. Ocho-en-punto de la mañana de un Domingo, momento casi tan depresivo como esos Lunes de madrugada, antes de salir a buscar papeles y libros. Libros que ya recubrían los rincones de los cuartos, de las sillas, de los cajones.

Pensar, de forma triste, que dos los juntaban, y ninguno los leía. Esos hobbies bizarros traídos del exterior, o del miedo al desgaste que traía el tiempo, quién sabe. Y quién sabe, y quién sabe. De vuelta a su cuerpo, de vuelta a las dudas, de vuelta a la cama, de vuelta a un Domingo a la madrugada.

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