lunes, 23 de abril de 2012

Atrapados como moscas
encerrados en el cuarto blanco,
miramos por la ventana
mientras le gritás al mundo exterior
que se encienda.

Las hormigas, recorriendo
mis piernas, se encargan de que
la sangre llegue a los lugares justos
y que la ventana que mira al campo
no se cierre a los ojos

desperezándose, las manos alcanzan el techo,
las lagrimas alcanzan el balde,
las hormigas llegan al hueco por
el que se escapaban
las ideas de fines de semana.

A veces, los sueños prohíben
que los finales sucedan,
así como también las hormigas
pueden guardarlos abajo del zócalo
para que ni los dedos más finos
puedan alcanzarlos.

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