Aunque tus lamentos suenen como terribles melodías, aunque tus ojos se parezcan al cielo más mágico o trágico de todos, aunque las inmundas aguas del río donde tomabas mate te llenen los pulmones, seguís estando ahí.
No tanto como una persona o una musa, sino como esa pintura en la pared de tu cuarto, que con su olor tan característico está, te adormece y te sienta bien entre tantos violetas.
Si fueras una carta, o si yo fuera una carta, importaría empezar las cosas de la forma correcta, como lo hacía Borges con sus libros, o Sun con sus guerras; pero teniendo en cuenta que el papel no existe salvo adentro de nuestras cabezas, me reduzco a nada y espero que los vientos o las palomas giren un poco, y vuelvan a traerme lentamente el lugar donde viví:
Tus brazos.
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