Era un restoran que se parecía mucho
a los cafes de las peliculas viejas,
de pinta rara, paredes de metal
y pisos de cuadrados blancos y negros.
Era una mañana llena de nubes en el cielo,
y se escuchaba el ruido del agua
corriendo por las calles.
Y servían cafes frios y amargos,
y unos panqueques antiguos como pocos.
Gomosos y secos.
Y me acuerdo que había
manchas grandes de sangre en el piso,
y en las paredes, y sangre sobre los manteles
de ese restoran viejo.
Parte de esa sangre era mia.
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