sábado, 2 de octubre de 2010

Ernesto Sábado, 33/15/3198

La medalla al pecho, fría y clavada en su pecho.
El azucar humedecido.
La culpa, le dicen la culpa.
El tiempo, el agua.

No en el saco ni en la camisa,
la medalla al pecho, directa al pecho.
Le rompiste la cara,
le arrancaste las visceras a todos.

Un hedor tan impresionante que vos misma
te sorprendiste de eso.
Cae la noche, caen los grados, caen los minutos.
Un flujo de agua, un riachuelo de tiempo.

Por suerte, las baldosas siguen calientes
por el sol del mediodia.

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