sábado, 9 de octubre de 2010

Curso de Francés, Volumen 1

Je te regarde,
Elle me regarde,
Nous vous regardons.

Una mísera taza, ya desteñida por el oxigeno de ese lugar, por la humedad de esos bosques; humeaba mientras le vertían un café de máquina, asqueroso y terrible, pero café al fin. 2 de azucar, 3 de azucar, irrelevante. El clima mismo le quitaba lo dulce a esos cristales de tamaños microscópicos y -quién podría suponer- compleja producción.

El sol ya asomaba entre tristes nubes de niebla y neblina, y como laborioso esclavo, daba a avisar que era hora de "volcarse al trabajo".

Mientras escribía, armaba todas sus estructuras (cual fiel hijo y nieto de Arquitectos) con 3.67 segundos de anticipación, dandole espacio a su mente para divagar, y quitándole el mismo a sus dedos para realizar esa misma tarea.

Sin embargo, y aquí se da a cuenta las ironías de la vida; su parrafo, previamente planeado fue pensado antes, y una vez que él reaccionó, se dio cuenta de dos cosas.

Su mente había divagado con mayor anticipación, causante de que sus dedos no pudieran transmitir sus (¿) planos (?) al papel (el cual ahora lo miraba desde la mesa, pálido, frio), y que el café de máquina, horrible y amargo, ya estaba frío.

Miró el sol por ese agujero en la pared que algunos ilúsos denominaban ventana, y viendola en la cama, se río de sus pensamientos, dejó su hoja y fue a "volcarse al trabajo", de nuevo a la cama.

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