martes, 28 de septiembre de 2010

Recuerdo entrar a un cuarto. Que tenía paredes marrones. Esos
ojos que me miraban todo el tiempo, mientras me colgaba la
piel y la cambiaba por un saco, mientras prendía un
cigarrillo y lo lanzaba a la pared, mientras reía descontroladamente
por ver dos manos llenas de sangre.

Al momento se llena todo de dudas, y me gritan que deje de
preguntar. Que guarde los cajones en mi bolsillo.
Si preguntas dos veces la respuesta es no,
si preguntas de vuelta, yo salgo por la ventana.

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