jueves, 2 de septiembre de 2010

Gotas pesadas que caen sobre el techo.
Sobre el techo de un décimo piso.
Suenan como alcancías cayendo,
te oís decir, antes de que las monedas tapen tu boca.

Charcos enormes, como espejos,
flotan en el piso, mirando.
Se ríen de vos, desfigurando tu cara,
tu presencia, tu esencia.

Los paraguas corren asustados del inminente aguacero,
a esconderse detrás de lapidas cromadas.
Si las piernas me dieran, gruñe un viejo,
viajaría siempre hasta Japón.

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