en el suelo de esta habitación sin muebles,
pasada a pisco, ron y bilis.
Recordé casi sin ruido
la vez en la cual te saqué la mierda,
te partí la cara, te rompí una costilla y
marqué tu cara temporalmente con la zuela de mi zapato.
Eran tiempos violentos.
Ahora las cosas cambiaron, ahora yo me encuentro golpeado, pero sin moretones.
Espero tu llegada en mi habitación la cual, repito, no tiene muebles.
Solo esta maldita alfombra barata, y la poca luz que llega al ser este un edificio mal ubicado.
Décimo piso y el reloj avanza lento, aun no tocas la puerta.
Te espero acá, con el saco de tres días,
la camisa empapada en sudor frío,
la corbata con manchas de cazuela y un revolver,
pero no te dispararé, te golpearé la cara con él, hasta que sangres tanto como solías hacerlo
cuando la zuela de mi zapato estaba presente, y los muebles no se habían ido.
Siempre que no me lo quites antes.
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