Camino, pienso, canto, respiro. Rutina. Reemplazo el canto por el silbido, porque suena mejor.
Escribo, tacho, reescribo y vuelvo a tachar. Pienso sobre lo que escribo y silbo sobre lo que tacho. Maldita rutina homogénea.
Respiro, camino. Me olvidé de silbar.
Desecho la rutina junto a mi último cigarrillo. De ahora en adelante me concentro en lo básico y necesario.
Escribo, pienso.
El respirar me abandona con el humo de aquel último cigarrillo.
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