Encontramos a la rabia
mordiendole la cola a un perro,
en una esquina abajo de la lluvia,
las nubes, las posibles estrellas
y una gran, pero gran luna.
Pedimos perdón por ideas
no pensadas,
o palabras
mal.logradamente dichas.
Perdimos los (a)brazos
que consuelan las desdichas.
Y mientras los que somos miramos al perro
perseguirse la cola abajo de la lluvia,
nos olvidamos de qué es lo que perseguimos
mientras nos mojamos la cara
y recomenzamos los caminos.
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