Tus rodillas mugrosas de culpa vuelven al mar de los desahogos, mientras el viento te sopla en la cara y juega con tus pestañas y pelo. El sol sale por el este, y te da la espalda en menos de quince minutos.
El feliz año nuevo empezó con alcohol y pirotecnia, y termina con un banco estrellado en tu cabeza, un cielo estrellado sobre ella y un blanco incomprendido entre tus labios.
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