martes, 10 de enero de 2012

Mientras ella jugaba con las moras y las piedras en el bosque,
la ciudad se quedaba sola, vacía y oscura,
el día se escondía atrás de las telarañas metafísicas de
los rumores del río y de las nubes del norte.

Un texto sin sentido
no es más que un texto,
sin posibilidad de abstracción
o de comparación posible con lo cotidiano, así como los ríos
suelen ser tan impersonales y malignos como con quien no los respeta,

un texto es solo eso.

Un malabarismo de palabras secas
como las hojas del árbol al mediodía.

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